“O comes o te comen, no hay más remedio.”
“Los zorros del desierto de Sechura aúllan como demonios cuando llega la noche; ¿sabes por qué?: para quebrar el silencio que los aterroriza.”
“Pero no olvide tampoco que lo primero que se aprende en el Ejército es a ser hombres. Los hombres fuman, se emborrachan, tiran contra, culean. Los cadetes saben que, si son descubiertos, se les expulsa. Ya han salido varios. Para hacerse hombre hay que correr riesgo, hay que ser audaz. Eso es el Ejército, Gamboa, no sólo la disciplina.”
“Mas don Rigoberto sabia que não havia outro remédio, tinha que se resignar e esperar. Provavelmente as únicas brigas do casal ao longo de todos os anos que estavam juntos foram causadas pelos atrasos de Lucrecia sempre que iam sair, para onde fosse, um cinema, um jantar, uma exposição, fazer compras, uma operação bancária, uma viagem. No começo, quando começaram a morar juntos, recém-casados, ele pensava que sua mulher demorava por mera inapetência e desprezo pela pontualidade. Tiveram discussões, desavenças, brigas por causa disso. Pouco a pouco, do Rigoberto, observando-a, refletindo, entendeu que esses atrasos da esposa na hora de sair para qualquer compromisso não eram uma coisa superficial, um desleixo de mulher orgulhosa. Obedeciam a algo mais profundo, um estado ontológico da alma, porque, sem que ela tivesse consciência do que lhe ocorria, toda vez que precisava sair de algum lugar, da sua própria casa, a de uma amiga que estava visitando, o restaurante onde acabara de jantar, era dominada por uma inquietação recôndita, uma insegurança, um medo obscuro, primitivo, de ter que ir embora, sair dali, mudar de lugar, e então inventava todo tipo de pretextos - pegar um lenço, trocar a bolsa, procurar as chaves, verificar se as janelas estavam bem fechadas, a televisão desligada, se o fogão não estava acesso ou o telefone fora do gancho -, qualquer coisa que atrasasse por alguns minutos ou segundos a pavorosa ação de partir.
Ela sempre foi assim? Quando era pequena também? Não se atreveu a perguntar. Mas já havia constatado que, com o passar dos anos, esse prurido, mania ou fatalidade se acentuava, a tal ponto que Rigoberto às vezes pensava, com um calafrio, que talvez chegasse o dia que Lucrecia, com a mesma benignidade do personagem de Melville, ia contrair a letargia ou indolência metafísica de Bartleby e decidir não mais sair da sua casa, quem sabe do seu quarto e até da sua cama. "Medo de abandonar o ser, de perder o ser, de ficar sem seu ser", pensou mais uma vez. Era o diagnóstico que havia chegado em relação aos atrasos da esposa.”
“Ahora ella está de frente a él. De golpe, Alberto descubre que el rostro tantas veces evocado en el colegio estás últimas semanas tenía una firmeza que no asoma en el rostro que ve a su lado, el mismo que vio en el cine Metro, o tras esa puerta, cuando se despidieron, un rostro cohibido, unos ojos tímidos que se apartan de los suyos y se abren y cierran como tocados por el sol de verano.”
“Sólo la libertad le interesaba ahora para manejar su soledad a su capricho, llevarla a un cine, encerrarse con ella en cualquier parte.”
“Soñaba toda la semana con la salida, pero apenas entraba a su casa se sentía irritado: la abrumadora obsequiosidad de su madre era tan mortificante como el encierro.”
“Ha olvidado también el resto de aquella noche, la frialdad de las sábanas de ese lecho hostil, la soledad que trataba de disipar esforzando los ojos para arrancar a la oscuridad algún objeto, algún fulgor, y la angustia que hurgaba su espíritu como un laborioso clavo. ''Los zorros del desierto de Sechuran aúllan como demonios cuando llega la noche; ¿Sabes por qué? Para quebrar el silencio que los aterroriza'' había dicho una vez tía Adelina. Él tenía ganas de gritar para que la vida brotara en ese cuarto, donde todo parecía muerto.”
“Algunos hombres, algunas mujeres, tienen una sensibilidad más intensa que otros, sienten y perciben cosas que a los demás nos pasan desapercibidas.”
“Their curses were not aimed at any definite target: they swore at such abstractions as God, the Officers, the Mothers of Others, with more music than meaning.”
“Ni en la guerra debe haber muertos inutiles. Usted me entiende, vaya al colegio y trate en el futuro de que la muerte del cadete Arana sirve para algo.”
“Es verdad que es imposible conocer a fondo a las personas, todas son insondables.”
“Desde allí vio en un lento remolino, a su madre que saltaba de la cama y vio a su padre detenerla a medio camino y empujarla fácilmente hasta el lecho, y luego lo vio dar media vuelta y venir hacia él, vociferando, y se sintió en el aire, y, de pronto, estaba en su cuarto, a oscuras, y el hombre cuyo cuerpo resaltaba en la negrura le volvió a pegar e la cara,y todavía alcanzó a ver que el hombre se interponía entre él y su madre que cruzaba la puerta, la cogía de un brazo y la arrastraba como si fuera de trapo, y luego la puerta se cerró y él se hundió en una vertiginosa pesadilla”
“En Cierto modo, tenía derecho; todos en el colegio respetaban la venganza.”
“cuando decidió no emigrar y quedarse aquí, en Lima la Horrible, convencido de que podría organizar su vida de manera que, aunque por razones de trabajo alimenticio tuviera que pasar muchas horas del día sumido en el mundanal ruido de los peruanos de clase alta, viviría de verdad en ese enclave puro, bello, elevado, hecho de cosas sublimes, que él se fabricaría como alternativa a la coyunda cotidiana.”
“A él le parecía que Gertrudis se había convertido con los años en una especie de mueble, que había dejado de ser una persona viviente.”
“Miró a Gertrudis en busca de ayuda, pero ésta seguía callada, replegada en sí misma como uno de esos moluscos de nombres raros que ofrecían en el Mercado Central las vendedoras de pescado.”
“Las referencias feroces, aunque vagas, que escuchaba en boca de los cadetes, estimulaban su imaginación. En sueños, el nombre se presentaba dotado de atributos carnales, extraños y contradictorios, la mujer era siempre la misma y distinta, una presencia que se desvanecía cuando iba a tocarla o lo sumía en una ternura infinita y entonces creía morir de impaciencia.”
“—Nos estamos metiendo en honduras —exclamó don Rigoberto—. No soy un ateo, un ateo es también un creyente. Cree que Dios no existe, ¿no es cierto? Soy un agnóstico, más bien, si es que soy algo. Alguien que se declara perplejo, incapaz de creer que Dios exista o que Dios no exista. —Ni chicha ni limonada —se rió Fonchito—. Es una manera muy cómoda de sacarle el bulto al problema, papá.”
“examinó en la penumbra del local las plateadas telarañas que caían del techo, las añosas estanterías con bolsitas de perejil, romero, culantro, menta, y las cajas con clavos, tornillos, granos, ojales, botones, entre estampas e imágenes de vírgenes, cristos, santos y santas, beatos y beatas, recortados de revistas y periódicos, algunas con velitas prendidas y otras con adornos que incluían rosarios, detentes y flores de cera y de papel.”
“Podía soportar la soledad y las humillaciones que conocía desde niño y sólo herían su espíritu: lo horrible era el encierro, esa gran soledad exterior que no elegía, que alguien le arrojaba encima como una camisa de fuerza.”
“Don Rigoberto vio cómo, al paso de la carroza fúnebre, muchos transeúntes se hacían la señal de la cruz. «El miedo a morir», pensó.”
“Alberto pensó súbitamente, en el bautizo de los perros. Por primera vez, después de tres años, sentía esa sensación de impotencia y humillación radical que había descubierto al ingresar al colegio. Sin embargo, ahora era todavía peor: al menos, el bautizo se compartía.”
“Solo la libertad le interesaba ahora para manejar su soledad a su capricho.”
“Ha olvidado los hechos minúsculos, idénticos, que constituían su vida, esos días que siguieron al descubrimiento de que tampoco podía confiar en su madre, pero no ha olvidado el desánimo, la amargura, el rencor, el miedo que reinaban en su corazón y que ocupaban sus noches.”
“Evocaba el sol, la luz blanca que bañaba todo el año las calles de la ciudad y las conservaba tibias, acogedoras, la excitación de los domingos, los paseos a Eten, la arena amarilla que abrasaba, el purísimo cielo azul. Levantaba la vista: nubes grises por todos partes, ni un punto claro. Regresaba a su casa, caminando despacio, arrastrando los pies como viejo.”
“Todo el cuerpo del Jaguar pareció replegarse como sorprendido por una instantánea punzada en las entrañas. - Pero el caso de él era distinto - dijo, ronco, articulando con esfuerzo-. No es lo mismo, mi teniente. Los otros me traicionaron de pura cobardía. Él quería vengar al Esclavo. Es un soplón y eso siempre da pena en un hombre, pero era por vengar a un amigo, ¿No ve la diferencia, mi teniente?”
“Mentira, el recuerdo del colegio despertaba aún esa inevitable sensación sombría y huraña bajo la cual su espíritu se contraía como una mimosa al contacto de la piel humana. Sólo que el malestar era cada vez más efímero, un pasajero granito de arena en el ojo, ya estaba bien de nuevo.”
“Alberto caminaba de vuelta a su casa, ensimismado, aturdido. El invierno moribundo se despedía de Miraflores con una súbita neblina que se había instalado a media altura, entre la tierra y la cresta de los árboles de la avenida Larco: al atravesarla, las luces de los faroles se debilitaban, la neblina estaba en todas partes ahora, envolviendo y disolviendo objetos, personas, recuerdos: los rostros de Arana y el Jaguar, las cuadras, las consignas, perdían actualidad y, en cambio, un olvidado grupo de muchachos y muchachas volvía a su memoria, él conversaba con esas imágenes de sueño en el pequeño cuadrilátero de hierba de la esquina de Diego Ferré y nada parecía haber cambiado, el lenguaje y los gestos le eran familiares, la vida parecía tan armoniosa y tolerable, el tiempo avanzaba sin sobresaltos, dulce y excitante como los ojos oscuros de esa muchacha desconocida que bromeaba con él cordialmente, una muchacha pequeña y suave, de voz clara y cabellos negros”
“Alberto soñaba sin cerrar los ojos. Habían bastado apenas unos segundos para que el mundo que abandonó le abriera sus puertas y lo recibiera otra vez en su seno sin tomarle cuentas, como si el lugar que ocupaba entre ellos le hubiera sido celosamente guardado durante esos tres años. Había recuperado su porvenir”
“All I really wanted to do was cuddle back under the blankets, maybe with a certain stuffed toy penguin I knew. Yeah, hiding sounded good.”
“We who are so lucky as to be born into the light - who see it every day and never think about it, we're blessed. We could have been born shadow souls who live and die in crimson darkness, never even knowing that somewhere there is something better.”
“This," cried the Mayor, "is your town's darkest hour!
The time for all Whos who have blood that is red
To come to the aid of their country!" he said.
"We've GOT to make noises in greater amounts!
So, open your mouth, lad! For every voice counts!”
“Would you rather you were able to experience the reunion with a long-lost set of parents who had been suffering for years missing and loving you or would you rather they weren't hurting while you were raised by human parents who adore you?"
Laurel swallowed. "I hadn't thought of it that way."
Tamani smiled softly and lifted a hand to her face, tucking a strand of hair behind her ear and letting his thumb rest on her cheek. "Trust me, it's no picnic missing you. I wouldn't wish it on anyone.”
“I feel like I'm losing my damn mind, like your face has been carved into my heart, and I don't remember when, and I don't understand why, but the scar is there, and I can't get it to heal. It won't go. I can't make it fade. And you won't even look at me.”
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